Andy Tran

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La gran ola, de Katsushika Hokusai

La lectura de la clasificación de la violencia de J. Galtung, que compartí en los escritos previos, aunada a las noticias cotidianas, genera en mí una sensación de agobio. Me hace pensar que la problemática de la violencia es aún más grave y difícil – e incluso imposible – de abordar, pues su presencia es ubicua, está arraigada en lo más profundo de nuestra cultura y ninguna persona escapamos a sus efectos, ni a su reproducción. Esa invasión de agobio e impotencia se me aparece como La gran ola, de Katsushika Hokusai…

Ola Hokusai

 

Todas las personas recibimos, reproducimos y ejercemos — de manera intencional o no — violencias sobre otras personas en diferentes formas, intensidades y regularidades. Y esto es así, lamentablemente.

La ausencia de políticas públicas e instituciones adecuadas para garantizar la satisfacción de las necesidades y los derechos de todas las personas, así como las políticas e instituciones que favorecen más a unos grupos que a otros, reproducen diversas violencias estructurales. Así, se perpetúan la explotación, la segmentación, la marginación de las poblaciones menos favorecidas, un ejemplo paradigmático es el caso de las mujeres; pertenecer a esta mitad de la población mundial, implica afectaciones estructurales que se agravan aún más ante ciertas condiciones como la edad, la ubicación geográfica, la pertenencia a algún grupo étnico y/o clase social, la apariencia física, entre otras.

Cuando presenciamos, elogiamos o reproducimos mensajes cuyo contenido es sexista, racista, clasista, o cualquier mensaje que manifieste como normal, deseable o risible una relación asimétrica de poder entre personas o grupos — sean estos contenidos implícitos o explícitos — en canciones, imágenes, textos, productos audiovisuales, estamos contribuyendo a la reproducción de violencias, en su manifestación cultural. Es decir, contribuimos a la legitimación y la normalización de violencias estructurales, a la explotación, la segmentación y la marginación de los grupos más afectados.

Los gestos, silencios, miradas, palabras, frases que repercuten en acoso, menosprecio, exclusión, son formas de ejercer violencia directa. También lo es la imposición de una creencia o idea, por buena o deseable que parezca. El mismo Galtung nos ayuda a ejemplificarlo cuando menciona que la búsqueda incesante de una cultura pacifista puede resultar problemática si quienes la promueven sucumben a la tentación de institucionalizarla, convirtiéndola en obligatoria, con la esperanza de que sea interiorizada por todas las personas: “… eso sería ya violencia directa, imposición de una cultura”.

Entonces, ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos transformar las violencias? ¿Qué podemos hacer para no obstruir la satisfacción de las necesidades básicas de las personas, para contribuir con la satisfacción de sus necesidades? ¿Cuáles enfoques y experiencias han permitido avanzar en este sentido y qué resultados se han obtenido?

 

Bahía de Taganoura, cerca de Ejiri, en el Tokaido, de Katsushika Hokusai.